¿No estará Donald Trump guarimbeándonos?
A mí no me
parece del todo ociosa la siguiente cuestión; sí, bastante inasible. Veamos: el
gobierno de Obama produjo el inesperado y deslumbrante acuerdo con Cuba, que
atenuaba el enfrentamiento entre los dos países, vigente por más de medio siglo
y que casi todo el orbe aplaudió. Y la bandera gringa ondeó de nuevo bajo el
cielo tropical de La Habana, y se reabrieron relaciones diplomáticas preñadas
al menos de futuro, así se decía, aunque con cautela. La ganancia mayor para
los cubanos en esta rara voltereta de la historia era, sin duda, para su
maltrecha y urgida economía (apaleada por la caída del imperio comunista
mundial y la quiebra trágica de la tiranía bananera venezolana, su paño de
lágrimas tras la hambruna del período especial), es decir, medible en remesas,
turistas, inversiones, financiamiento a su enclenque sector privado, etc. Una
negociación vital, imprescindible para ellos, en síntesis. El disfuncional
Trump les gruñó, los amenazó, los arañó… pero no fue más lejos, allí sigue la
bandera con sus estrellas, y hasta unas recientes medidas han favorecido el
crecimiento del suculento turismo gringo. A lo que voy: Estados Unidos debe
tener alguna gran oreja que lo oiga en La Habana; a tal punto el destino de la
isla depende de su poderosísima aquiescencia. ¿Vale?
Si estas
afirmaciones son ciertas y dado que Trump realmente ha demostrado intención de
combatir a la dictadura madurista, desde la amenaza de invasión militar hasta
las sanciones a decenas de pesuvecos y militares por delincuentes o masacradores
de venezolanos, uno se pregunta si Cuba es instancia tan decisiva en nuestros
destinos y el implacable presidente gringo tiene en sus manos buena parte de su
salud, por qué no ha presionado a esta, que se sepa, incluso en horas en que
hace concesiones constitucionales a la propiedad privada y al olvido del
comunismo, para que ayude a salir de este gobierno cadavérico y permitir que
otro lo sustituya, que tampoco tendría que tener como prioridad el joderla.
Parecería, si las premisas son correctas, la clave que abre la puerta. De paso,
por estos lados el inefable Gustavo Cisneros, que ha demostrado su capacidad
sin cortapisas en lo que a billetes y poder se refiere, dijo que el problema
venezolano lo solucionaba una conversa entre colombianos y cubanos con música
americana. Parece una boutade, pero ese tío es una fiera. En todo, caso reitera
la pregunta.
Un agregado
breve. Mucha gente asegura que la llegada de López Obrador a la Presidencia de
México significa otra Venezuela y un nuevo aliado para nuestra mafia
gobernante. Lo cual sí me parece desproporcionado. Pero bueno, es verdad que ya
no tendremos un amigo tan fiel como hasta ahora, México vuelve a su línea
diplomática neutralista tradicional. Lo cual era esperable. Lo que no lo era es
el apasionado amor entre Trump y AMLO, de mijo y mijito, justo en una hora en
que el gringo trata de avasallar a México, ponerlo de rodillas, con todo y muro
a pagar por los amurallados. Anómalo.
Son cosas
raras. Pero es que el mundo se ha hecho muy raro. ¿No será que Trump es un
socio real de Putin o, incluso, que tiene una gota rojilla (¡!) en su ideario
monstruoso, última herencia de la Guerra Fría? Por mucho menos no pocos
condenaron al Papa rojo y al negro. A lo mejor es que es impensable por
desmesura.